El 24 de Abril de 1967 puestos norteamericanos de escucha situados en Turquía captaban una impactante transmisión. Vladimir Komarov, cosmonauta soviético, entre lágrimas, maldecia su suerte mientras descendia sin freno en su malograda Soyuz-1 a un final inevitable. Segundos después, se convertía en el primer hombre en morir en un vuelo espacial, estrellándose contra la tierra después de que los paracaidas de su nave se negaran a funcionar.
Al otro lado de la transmisión, un alto mando soviético también gime mientras escucha la desesperación de Komarov, consciente de que son sus errores los que han condenado al cosmonauta. Y Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio, llora en silencio ante la muerte de su mejor amigo.
Al otro lado de la transmisión, un alto mando soviético también gime mientras escucha la desesperación de Komarov, consciente de que son sus errores los que han condenado al cosmonauta. Y Yuri Gagarin, el primer hombre en el espacio, llora en silencio ante la muerte de su mejor amigo.
Fue probablemente lo que primero les unió, aún años antes de conocerse. A 200 kilómetros, la distancia que separa Moscú de Klushino, dos niños miran el cielo estrellado. Seguramente, en algún momento, murmuraron hacia sus adentros que algún día, estarían allí arriba, perdidos en el silencio de lo desconocido. Vladimir Komarov era, sin duda, uno de los individuos más inteligentes de su generación. Apasionado de las matemáticas, recortaba y guardaba cuidadosamente fotos de aviones y pilotos. La invasión Nazi, como a Yuri, le cogió de niño, y con esa resiliencia tan obstinadamente rusa, se puso a trabajar en una granja colectiva con tan solo 14 años.
Pero no tardaría en seguir persiguiendo su sueño, y tan sólo un año más tarde, con 15 años, ingresaba en la escuela de pilotos de Moscú. Eran tiempos en que la edad no ponía trabas ni a la inteligencia, ni al corazón. Sólo importaba si eras lo suficientemente bueno, si estabas al nivel. Vladimir lo estaba. En 1960 llegó el gran momento, y los mejores 19 pilotos de la Unión Soviética fueron seleccionados para participar en el recién creado programa espacial. Allí Komarov conoció al joven Yuri, al que un doctor de las fuerzas aéreas describió como "modesto, que demuestra un alto nivel intelectual. Memoria extraordinaria, se distingue de los otros pilotos por su extremadamente desarrollado nivel de atención a los detalles, su imaginación y resolución de problemas, su increible tiempo de reacción y su habilidad para manejar sistemas mecánicos y formulas matemáticas complejas con facilidad". Komarov tenía bien claro quién era el mejor de aquellos 19 brillantes individuos.
No tardaron en hacerse amigos. Su afición por la caza les juntó, y su mente imaginativa y soñadora les unió para siempre en una de esas amistades que aguantan el paso inexorable del tiempo. Y el 12 de Abril de 1962, uno de esos dos niños cumplía aquel sueño que todo el mundo había dicho era imposible: Yuri Gagarin se convertía en el primer ser humano en salir al espacio exterior a bordo de su Vostok-1. Desde tierra firme, con una sonrisa en la boca y lágrimas en los ojos, Komarov escuchó las palabras de Gagarin antes de partir:
"Queridos amigos, conocidos y desconocidos por igual, compatriotas rusos, y gente de todos los países y continentes, en unos minutos una poderosa nave espacial me llevará a los confines del espacio exterior. ¿Qué puedo deciros en estos minutos antes de que todo de comienzo? En estos instantes, mi vida parece estar condensada en este maravilloso momento. No tengo que deciros lo que sentí cuando me eligieron para este viaje, el primero de la historia de la humanidad. ¿Excitación? No, fue algo más que eso. ¿Orgullo? No, no solo era orgullo. Sentí una increible felicidad. Ser el primero en entrar en el cosmos, en un duelo sin precedentes contra la naturaleza, ¿Podría alguien soñar algo así?..."
El otro niño soñador también cumpliría aquel sueño imposible, pero no sería fácil. Tras fallar en dos ocasiones las pruebas médicas sólo la brillantez de Vladimir consiguieron convencer a los mandos soviéticos de su validez como cosmonauta. Así, el 11 de Octubre de 1964, Komarov partió al espacio exterior a bordo de la Voskhod 1 sellando también su entrada en la historia de la humanidad. Los dos amigos lo habían conseguido. Aquel sueño tan imposible, aquel cielo estrellado. Y desde arriba seguro que miraron abajo, intentando encontrar un par de niños mirando las estrellas.
En 1967 ambos fueron seleccionados para la misma misión, un vuelo orbital. Komarov era en esta ocasión el piloto elegido, siendo Yuri su sustituto. Ambos sabían que la nave no era segura. Su ansiedad iba en aumento mientras se acercaba la fecha de la misión. En repetidas ocasiones mostraron su preocupación pero su superiores no querían ser el eslabón débil de una cadena de mando que no aceptaba retrasos ni críticas. La misión seguía adelante. Komarov sabía de su suerte y en su circulo de amigos repetía que iba a morir en la misión, que jamás volvería a pisar la tierra. "No lo hagas, Volodia" le respondían. Pero él siempre les contestaba lo mismo: "Si no voy yo, mandarán a Yura, morirá en mi lugar. No puedo permitirlo, tengo que protegerle".
Yuri por su parte estaba furioso, sabiendo que su mejor amigo corría un grave peligro. Escribió un informe de 10 páginas, destinado al mismo Brezhnev, y se lo entregó a un buen amigo de la KGB, Venyamin Russayev, para que lo transmitiera a sus superiores hasta que llegara a lo más alto. Russayev, temeroso de represalias, nunca lo hizo. El 23 de Abril de 1967, el día del despegue, el periodista ruso Yaroslav Golovanov presenciaba como Gagarin se presentaba en el centro de la misión pidiendo a voces que le pusieran el traje. Era una última y desesperada maniobra para tratar de salvar a su mejor amigo. Pero ya no había nada que hacer. La Soyuz se elevaba hacia el espacio con Komarov a bordo. La ira de Gagarin se transformó en desesperación.
Tan pronto como la Soyuz despegó, comenzaron los múltiples fallos. Las antenas solares no se desplegaron. No había energía necesaria para que funcionaran la gran parte de los instrumentos de navegación. Komarov sabía que sus posibilidades de regreso eran escasas. Al día siguiente Komarov consiguió dirigir la reentrada a la atmósfera, pero los paracaídas no se abrían. Y en una última comunicación, mientras el cosmonauta lloraba y gritaba de rabia, el premier soviético Alexei Kosygin, también entre lágrimas le decía que era un héroe. Después, el silencio. Yuri Gagarin moriría en 1968 en un accidente aéreo.
Cada noche estrellada miro el cielo y pienso que ahí arriba, a miles de kilómetros de aquí, dos niños rusos miran la tierra y, sonriendo piensan: "lo hemos conseguido". Son Yuri y Vladimir, los amigos que estarán en las estrellas, para siempre.
Pero no tardaría en seguir persiguiendo su sueño, y tan sólo un año más tarde, con 15 años, ingresaba en la escuela de pilotos de Moscú. Eran tiempos en que la edad no ponía trabas ni a la inteligencia, ni al corazón. Sólo importaba si eras lo suficientemente bueno, si estabas al nivel. Vladimir lo estaba. En 1960 llegó el gran momento, y los mejores 19 pilotos de la Unión Soviética fueron seleccionados para participar en el recién creado programa espacial. Allí Komarov conoció al joven Yuri, al que un doctor de las fuerzas aéreas describió como "modesto, que demuestra un alto nivel intelectual. Memoria extraordinaria, se distingue de los otros pilotos por su extremadamente desarrollado nivel de atención a los detalles, su imaginación y resolución de problemas, su increible tiempo de reacción y su habilidad para manejar sistemas mecánicos y formulas matemáticas complejas con facilidad". Komarov tenía bien claro quién era el mejor de aquellos 19 brillantes individuos.
No tardaron en hacerse amigos. Su afición por la caza les juntó, y su mente imaginativa y soñadora les unió para siempre en una de esas amistades que aguantan el paso inexorable del tiempo. Y el 12 de Abril de 1962, uno de esos dos niños cumplía aquel sueño que todo el mundo había dicho era imposible: Yuri Gagarin se convertía en el primer ser humano en salir al espacio exterior a bordo de su Vostok-1. Desde tierra firme, con una sonrisa en la boca y lágrimas en los ojos, Komarov escuchó las palabras de Gagarin antes de partir:
"Queridos amigos, conocidos y desconocidos por igual, compatriotas rusos, y gente de todos los países y continentes, en unos minutos una poderosa nave espacial me llevará a los confines del espacio exterior. ¿Qué puedo deciros en estos minutos antes de que todo de comienzo? En estos instantes, mi vida parece estar condensada en este maravilloso momento. No tengo que deciros lo que sentí cuando me eligieron para este viaje, el primero de la historia de la humanidad. ¿Excitación? No, fue algo más que eso. ¿Orgullo? No, no solo era orgullo. Sentí una increible felicidad. Ser el primero en entrar en el cosmos, en un duelo sin precedentes contra la naturaleza, ¿Podría alguien soñar algo así?..."
El otro niño soñador también cumpliría aquel sueño imposible, pero no sería fácil. Tras fallar en dos ocasiones las pruebas médicas sólo la brillantez de Vladimir consiguieron convencer a los mandos soviéticos de su validez como cosmonauta. Así, el 11 de Octubre de 1964, Komarov partió al espacio exterior a bordo de la Voskhod 1 sellando también su entrada en la historia de la humanidad. Los dos amigos lo habían conseguido. Aquel sueño tan imposible, aquel cielo estrellado. Y desde arriba seguro que miraron abajo, intentando encontrar un par de niños mirando las estrellas.
En 1967 ambos fueron seleccionados para la misma misión, un vuelo orbital. Komarov era en esta ocasión el piloto elegido, siendo Yuri su sustituto. Ambos sabían que la nave no era segura. Su ansiedad iba en aumento mientras se acercaba la fecha de la misión. En repetidas ocasiones mostraron su preocupación pero su superiores no querían ser el eslabón débil de una cadena de mando que no aceptaba retrasos ni críticas. La misión seguía adelante. Komarov sabía de su suerte y en su circulo de amigos repetía que iba a morir en la misión, que jamás volvería a pisar la tierra. "No lo hagas, Volodia" le respondían. Pero él siempre les contestaba lo mismo: "Si no voy yo, mandarán a Yura, morirá en mi lugar. No puedo permitirlo, tengo que protegerle".
Yuri por su parte estaba furioso, sabiendo que su mejor amigo corría un grave peligro. Escribió un informe de 10 páginas, destinado al mismo Brezhnev, y se lo entregó a un buen amigo de la KGB, Venyamin Russayev, para que lo transmitiera a sus superiores hasta que llegara a lo más alto. Russayev, temeroso de represalias, nunca lo hizo. El 23 de Abril de 1967, el día del despegue, el periodista ruso Yaroslav Golovanov presenciaba como Gagarin se presentaba en el centro de la misión pidiendo a voces que le pusieran el traje. Era una última y desesperada maniobra para tratar de salvar a su mejor amigo. Pero ya no había nada que hacer. La Soyuz se elevaba hacia el espacio con Komarov a bordo. La ira de Gagarin se transformó en desesperación.
Tan pronto como la Soyuz despegó, comenzaron los múltiples fallos. Las antenas solares no se desplegaron. No había energía necesaria para que funcionaran la gran parte de los instrumentos de navegación. Komarov sabía que sus posibilidades de regreso eran escasas. Al día siguiente Komarov consiguió dirigir la reentrada a la atmósfera, pero los paracaídas no se abrían. Y en una última comunicación, mientras el cosmonauta lloraba y gritaba de rabia, el premier soviético Alexei Kosygin, también entre lágrimas le decía que era un héroe. Después, el silencio. Yuri Gagarin moriría en 1968 en un accidente aéreo.
Cada noche estrellada miro el cielo y pienso que ahí arriba, a miles de kilómetros de aquí, dos niños rusos miran la tierra y, sonriendo piensan: "lo hemos conseguido". Son Yuri y Vladimir, los amigos que estarán en las estrellas, para siempre.