Tour de Francia de 1952. Fausto Coppi consuela a su más fiel y leal gregario Andrea Carrea.
¿Qué ha pasado? Algo que quizás, no se pueda entender fuera del ciclismo. Un pecado que sólo existe en la mente de Carrea. Una traición que le persigue y le atormenta en el que tenía que ser uno de los días más felices de su vida...
¿Qué ha pasado? Algo que quizás, no se pueda entender fuera del ciclismo. Un pecado que sólo existe en la mente de Carrea. Una traición que le persigue y le atormenta en el que tenía que ser uno de los días más felices de su vida...
En 1924 nacía en Gavi un ser humano excepcional. Andrea Carrera, conocido por todos como Sandrino. Generoso con los demás, fiel y desinteresado. Apasionado de la bicicleta. Pronto recorrió los escalones necesarios, a base de trabajo duro, para convertirse en ciclista profesional, allá por 1948. Quiso la suerte, o el destino, que recalase en el equipo del gran Fausto Coppi, leyenda de la historia de la bicicleta y para siempre en el libro dorado de los italianos.
Pronto se convirtió en su más fiel gregario. Una sombra que atendía todas las necesidades de Fausto, como sólo aquellas personas que se saben piezas de un gran engranaje pueden comprender. Y así llegó el Tour de Francia de 1952, un Tour que Andrea no olvidaría fácilmente. En aquel Tour se introducían por primera vez las llegadas en alto y, ante la ausencia de los dos últimos ganadores Hugo Koblet y Ferdi Kubler, además del ídolo local Louison Bobet, Fausto Coppi aparecía en las apuestas como el gran favorito para la victoria final en París.
Llegó la novena etapa, que llevaría a los ciclistas hasta Lausana. Durante la etapa, de más de 230 kilómetros se formó una fuga, y Andrea se metió en la misma, para que el Bianchi de Coppi tuviera presencia en la escapada. Poco a poco la escapada fructificó, y llegó a meta con más de nueve minutos de ventaja sobre el pelotón. Carrea se enteró al cruzar la línea de llegada de que era el nuevo maillot amarillo y lider de la carrera, y para sorpresa de todos, se echó a llorar. Carrea sentía que había traicionado a su líder vistiendo en sus propias palabras: "Un jersey destinado a campeones". Es la mente del fiel gregario que siente ha abandonado al hombre que tiene que proteger a toda costa: "Un soldado nunca abandona al capitán en la batalla" decía a la prensa el desconsolado Carrea.
Y entonces Fausto llegó a la meta y se fue directo a tratar de consolar a Carrea, un gesto captado por la foto de portada de este artículo. El gran campeón le dijo que no tenía de que avergonzarse, que no había que disculparse, que eran un equipo y lo importante era mantener el jersey amarillo. Pero no había consuelo para un Carrea que quiso rechazar subirse al pódium. Era alta traición que sólo existia en su mente. Al día siguiente, antes de la salida, Andrea limpió las zapatillas de Coppi ante los medios en señal de lealtad, vestido con su maillot amarillo de líder. La etapa acabaría por primera vez en el mítico Alpe D'Huez, y Coppi la ganaría en una escapada en solitario. Andrea sería el primer hombre en cruzar la cima del Alpe D'Huez vestido de amarillo.
Coppi siempre consideró a Sandrino su mejor y más fiel gregario. Y hablando sobre él años más tarde dijo que: "La nuestra es una dura profesión que requiere de muchos sacrificios. Carrea me lo dio todo. Y a cambio yo sólo le pude dar dinero".
Pronto se convirtió en su más fiel gregario. Una sombra que atendía todas las necesidades de Fausto, como sólo aquellas personas que se saben piezas de un gran engranaje pueden comprender. Y así llegó el Tour de Francia de 1952, un Tour que Andrea no olvidaría fácilmente. En aquel Tour se introducían por primera vez las llegadas en alto y, ante la ausencia de los dos últimos ganadores Hugo Koblet y Ferdi Kubler, además del ídolo local Louison Bobet, Fausto Coppi aparecía en las apuestas como el gran favorito para la victoria final en París.
Llegó la novena etapa, que llevaría a los ciclistas hasta Lausana. Durante la etapa, de más de 230 kilómetros se formó una fuga, y Andrea se metió en la misma, para que el Bianchi de Coppi tuviera presencia en la escapada. Poco a poco la escapada fructificó, y llegó a meta con más de nueve minutos de ventaja sobre el pelotón. Carrea se enteró al cruzar la línea de llegada de que era el nuevo maillot amarillo y lider de la carrera, y para sorpresa de todos, se echó a llorar. Carrea sentía que había traicionado a su líder vistiendo en sus propias palabras: "Un jersey destinado a campeones". Es la mente del fiel gregario que siente ha abandonado al hombre que tiene que proteger a toda costa: "Un soldado nunca abandona al capitán en la batalla" decía a la prensa el desconsolado Carrea.
Y entonces Fausto llegó a la meta y se fue directo a tratar de consolar a Carrea, un gesto captado por la foto de portada de este artículo. El gran campeón le dijo que no tenía de que avergonzarse, que no había que disculparse, que eran un equipo y lo importante era mantener el jersey amarillo. Pero no había consuelo para un Carrea que quiso rechazar subirse al pódium. Era alta traición que sólo existia en su mente. Al día siguiente, antes de la salida, Andrea limpió las zapatillas de Coppi ante los medios en señal de lealtad, vestido con su maillot amarillo de líder. La etapa acabaría por primera vez en el mítico Alpe D'Huez, y Coppi la ganaría en una escapada en solitario. Andrea sería el primer hombre en cruzar la cima del Alpe D'Huez vestido de amarillo.
Coppi siempre consideró a Sandrino su mejor y más fiel gregario. Y hablando sobre él años más tarde dijo que: "La nuestra es una dura profesión que requiere de muchos sacrificios. Carrea me lo dio todo. Y a cambio yo sólo le pude dar dinero".