Aquel espíritu, aquel alma de lucha sin final era la de Hugo Porta, el gran capitán. De sus botas salía magia, la de un jugador que excedía a su tiempo y a su obra. Cuando llegaron los de negro por primera vez, se encontraron con el pie de Porta, y pese a ganar 33-20 la sorpresa fue mayúscula. Y quién no se acuerda días más tarde, una vez más en Ferro Carril Oeste de la segunda, de aquel empate milagroso que celebraron 30.000 personas, donde los segundos cuarenta minutos fueron un huracán enfurecido de garra y pasión albiceleste, con el martillo de Porta asestando golpes una y otra vez a los neozelandeses. Acabó en empate, pero al 'Puma' le habían salido dientes. Y desde aquel día, Argentina ya no era lugar de vacaciones.
Luego, le tocaría a él. Primero en Newman. En una época de locura eligió apartarse del odio. Eligió rugby. Eligió un sitio donde no esconderse tras un pañuelo en la cara y una verja de metal. Eligió un sitio donde el odio no entra en los botines. Donde no hay más guerras que las que se juegan en el césped y donde la 'rosa' sólo pincha durante 80 minutos. Eligió el camino del 'puma'. El camino que mejor representa el carácter de un argentino. Las ganas de luchar cuando otros ya no pueden, de llorar de rabia cuando duele y de decir "¡Presente!" Cuando otros ya se esconden. Ese carácter de puño cerrado, de paso al frente. Llegó 1996, y llegó el debut. Hace ya muchos recuerdos de eso.
No llegó solo, llegó con Manu, compañero, amigo y hermano. Una copia calcada de su garra. Quién mejor para vivir todo aquello por primera vez que el que tiene tu misma sangre por sus venas. Los mellizos vivieron y protagonizaron el resurgir definitivo, el último peldaño escalado para llegar al Olimpo de los grandes. Era 1999, el Mundial de País de Gales. Y en la guarida del dragón aguantaron su fuego y cedieron por muy poco, pero luego doblaron a Samoa, una de sus 'bestias negras' hasta el momento. Y el 3 de junio Felipe y los suyos hacían historia otra vez, en el Stade Felix Bollaert, ganando a Irlanda de cuatro gracias al try de Albanese y a la bota de Quesada, máximo anotador del torneo. Nacía quizás la gran rivalidad de los 'pumas' de Contepomi. En los cuartos de final, Lamaison, Xabier Garbajosa, Ntamack, Dourthe y un joven Cristophe Dominici descorchaban el champán pero no importaba: el aviso ya corría como la pólvora por las tierras del rugby. El puma ya tiene dientes.
Llegaban vientos de gloria a principios de 2007. Pichot había tomado la capitanía, Felipe se convertía en el ya cariñoso 'Doctor Phil' al graduarse en medicina en el Royal College of Surgeons de Dublín. Y el 'puma', que había esperado paciente su momento durante años, y que en 2005 a punto había estado de asfixiar al 'león' en Cardiff, iba a jugar su mano más fuerte. Llegó Irlanda a Santa Fé en mayo y Felipe lo ganó en el último minuto con un drop revoltoso. Luego en Vélez, el 'XV del Trébol' se llevaba la segunda derrota. Y en unas series históricas, Italia caía días después. Llegaba el mundial de 2007. El tercero para Felipe y el más glorioso en la historia de Argentina. Los 'Pumas' habían caído en el 'grupo de la muerte': con los anfitriones Francia y con Irlanda, Georgia y Namibia.
Y Felipe recuerda abrir aquel Mundial contra Francia en París. Recuerda la sorpresa del mundo entero. Recuerda los 80 minutos que toda Francia sintió como un puñetazo en el estómago. Recuerda las palabras de Pichot tras aquel partido "No somos los mejores técnicamente, no somos ni siquiera los más fuertes, pero jugamos con el corazón". El equipo tenía hambre de hacer historia. Y siguieron escribiéndola en aquel torneo. Cayeron Georgia y Namibia a sus pies. Y luego O'Driscoll y los suyos miraban impotentes cada vez que el 'Mago' pasaba el óvalo entre palos. Irlanda hacía las maletas. Escocia sucumbía en los cuartos de final. Sólo los 'Springboks' separaban a Felipe de la gloria. Y fue demasiado grande y poderosa la presa, pero no importó. Porque los pasos más importantes del 'puma' se forjaron con el dolor de una derrota. Con las lágrimas resbalando por la mejilla y con la cara llena de golpes. Así, al calor de la arenga de Pichot se la jugaron contra una Francia herida en su orgullo.
Entonces la 'haka' se acaba y Felipe vuelve al presente. Ese día pierden. Y en su último partido, el partido del récord, el partido en el que se convierte en el 'puma' más longevo vuelven a perder. Y Felipe se va, en un camino que tuvo 87 pasos. Con más derrotas que victorias, pero con cada una de ellas saboreada al máximo. Cada victoria una firma en el libro de la historia, con la pluma de tinta rojo-sangre. Sabiendo que este es el camino que eligió sufrir. Que este es el camino que eligió vivir. ¿Cuál? Lo cantó 87 veces: "Coronados de gloria vivamos, o juremos con gloria morir". Y así lo hizo.