Probablemente te has encontrado con uno de ellos, aunque escasean. Se entrenan y juegan alejados de las grandes luces. No es su estilo. A primera vista, simplemente, no parecen nada extraordinario. Pero más bien, lo extraordinario de su juego es la simpleza con la que hacen su trabajo. La armonía de los pasos pequeños. La vuelta a lo básico. El equipo da por hecho su presencia, la calma y el equilibrio que aportan al grupo. Y entonces, en ese partido en el que por una u otra razón no están se desata la tormenta: el ancla ha desaparecido, el barco se zarandea y el rugby de tu equipo, hasta entonces un vals controlado, se convierte en un baile frenético en el que no puedes controlar el ritmo. Sí, probablemente te has encontrado con ellos y él era uno de esos.
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Vivimos rodeados de oportunidades. Constantemente pasan por delante de nuestros ojos, si bien muchas veces disfrazadas de otra cosa. Disfrazadas de retos, de aventuras. De lo desconocido. Con la capa de nuestros miedos y la máscara del no puedo. De nosotros depende mirarlas a los ojos y reconocerlas. Hacernos siempre esa pregunta… Es curioso como en ocasiones, las pistas de los que nos sucederán en el futuro, se esconden en nuestro pasado. Pequeñas lecciones sin sentido aparente en ese momento, que se esconden en los pliegos de nuestro libro de vida. En julio de 2009, una sala llena de leones esperaba la alineación para el primer Test contra Sudáfrica. Y justo antes de comenzar con la lista de nombres, Sir Ian Mcgeechan lanzó el reto último de un Lion. 30 de junio de 2001, Brisbane. Todo sucedió en un instante. Un ataque convulso, violento, certero. Y cuando el polvo se posó, los australianos se dieron cuenta de qué había pasado. Un joven león, aún sin melena, de 21 años había enseñado los dientes por primera vez. A un equipo de estrellas, a un equipo de leyendas. Gira de los Lions. Sudáfrica. 21 de Junio de 1997. 11 de la mañana. Día de partido. Los Lions llegaban a esa gira como poco más que, según decía la propia SA Sports Illustrated, “un grupo de chicos afables que estaban haciendo historia, y de paso, ganando amigos en lugar de partidos”. Tampoco la prensa de casa confiaba. Ni el público. Así, la gira parecía puro trámite para los Campeones del Mundo. Nos desplazamos a Sudáfrica, en el año 2009, donde los Lions afrontan un segundo test que marcara el destino de las Series, tras la durísima derrota en Durban. Los British and Irish Lions necesitan un despertar, encontrar la agresividad y la dureza en el paquete perdida en el primer partido. ¿Qué fue lo que pasó? Hay momentos en que un jugador se da cuenta de que ya es hora. A veces, y con suerte, llega tras una victoria, quizás un título. Otras, llega en la consulta de un médico, que reniega con la cabeza. Pero la más dolorosa, sin duda, es cuando llega en un partido importante, y donde hasta el último de los asistentes se da cuenta. Esta es la historia del final del Toro Salvaje, Phil Vickery. |
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October 2015
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