Dicen que es una de las peores sensaciones. La noche previa al asedio. Un vacío en el estómago. Un miedo irrefrenable que se extiende por tu cuerpo. No hay cura. Sólo el paso de la noche.
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Un frío 5 de Febrero, a las afueras de Dublín, un joven niño irlandés corretea por el monte recogiendo tréboles. Distraído, cada vez se aleja más y más de la ciudad. De repente, se choca con un afable señor de pelo blanco, que prismáticos en mano, y con un marcado acento galés le pregunta: “Hijo, ¿Cómo te llamas?” “Malory, señor, me llamo Malory” dice, atemorizado, el joven irlandés, al ver la cantidad de tropas que le rodean. “Bien Malory, yo me llamo Gatland, Warren Gatland. Y quiero que me escuches atentamente. Corre a tu casa, métete en el sótano y no salgas en todo el día. ¿Me has oído? Ahora, ¡Corre!”. |
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October 2015
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