Todos tenemos una voz. Una voz que narra nuestro deporte. Yo recuerdo, en la infancia, aquella voz que pronunció, un dia de 1993 el nombre de mi ídolo por primera vez: "Y ahí entra el joven Lance Armstrong, quédense con este nombre, hará grandes cosas en el futuro", profetizó aquel entrañable Pedro González. Con su voz vibramos en las cálidas tardes de verano, ¡tardes de Tour!, sesteábamos en el llano con su tono familiar, de amigo; saltábamos cuando atacaban Ciapucci o Indurain… y respetábamos sus opiniones entendidas, de alguien que sabía muy bien de lo que hablaba. Era, la voz del ciclismo. Nuestra voz del ciclismo.
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Es curioso a veces cómo empieza todo. Un gesto, un pase, un placaje, el estilo de pelo o quizás el nombre. Y entonces ya está, ese jugador ha pasado a tu Olimpo personal, lo seguirás hasta donde te lleve, sufrirás viendo sus partidos y saltarás como loco cuando ensaye. Y, aunque muchas veces sepas que no estás en lo cierto, dirás, que es el mejor jugador del mundo. |
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October 2015
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