30 de junio de 2001, Brisbane. Todo sucedió en un instante. Un ataque convulso, violento, certero. Y cuando el polvo se posó, los australianos se dieron cuenta de qué había pasado. Un joven león, aún sin melena, de 21 años había enseñado los dientes por primera vez. A un equipo de estrellas, a un equipo de leyendas.
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Hace no mucho escuché a Phil Vickery contar cuál había sido el momento favorito de su carrera. Tenía tan sólo 17 años, aquel granjero hijo de granjeros de Cornish, aprendiendo aun lo que se necesitaba para ser primera línea. El partido era fuera de casa contra Redruth, en las profundidades de la liga regional. Por aquellos tiempos, los partidos fuera de casa estaban reservados a jóvenes como Phil, pues los veteranos solían rehusar los viajes largos. |
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October 2015
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