- ¿Te acuerdas, Jonny?
- Cierro los ojos y pienso que era ayer, Brian. Recuerdo entrar en el Telstra Stadium de Sydney. Recuerdo las banderas inglesas en las gradas, recuerdo pensar que esa era la oportunidad. Recuerdo aquellas caras en el vestuario, aquellos jugadores: Johnno, Dallaglio, Catt… Y recuerdo la vuelta a casa, el momento en que nos dimos cuenta del impacto que había tenido lo que habíamos hecho. Han pasado 8 años y a mí me parecen meses. ¿Y tú?
- Mi recuerdo está igual de fresco, solo han pasado dos años y medio. Recuerdo que pasaban las semanas, y cada vez lo teníamos más cerca. Recuerdo Cardiff, entrar en el Millenium, el ambiente era incomparable. Recuerdo mirar aquel golpe de Stephen Jones, y mientras caía delante de los palos, pensar que lo habíamos conseguido. Recuerdo ver a Paul, corriendo como un niño y abrazando a todos. ¿Tanto hemos cambiado?
-Quizás. Para mí antes el rugby era matemáticas. Me acuerdo de entrenar, una y otra vez. Recuerdo patear horas y horas bajo la fría lluvia de Newcastle, entrenar con mi hermano en mi casa, y otra vez en el club. La presión para mí era un aliciente, y cómo la manejaba era lo que me diferenciaba del resto. Ahora me he ido a Francia, disfruto del ambiente, del sol y la playa, de conocer una cultura y una nueva manera de ver la vida. El rugby ya no lo es todo.
-Lo entiendo. Cuando yo llegué, mi única preocupación era mi propio rendimiento. Jugaba por puro impulso, por instinto. Me gustaba intentarlo todo, divertirme cuando mis pies iban más rápidos que los del resto. Ahora, tengo más responsabilidades. Soy más calculador, más templado. Tengo que animar al resto, ejercer de líder, levantar la moral, dar ejemplo. Tengo que representar a mi equipo, a mi selección… y también con el tiempo, hay otra cosa que cambia…
-Sí, lo sé. Aún recuerdo cuando perdí por primera vez el diez. Mi diez. Pensé, tengo que hacer todo lo que está en mí poder para recuperarlo, para que esto no vuelva a pasar. Cada minuto en el banquillo era una absoluta tortura. Luego piensas, no pasa nada por estar unos minutos de suplente, por pasar por un bache. Y te acostumbras. Y te conformas. Y todo cambia.
-Efectivamente. Perder un partido era una humillación, un atentado a mi orgullo. Toda la semana, no pensaba en otra cosa más que en volver al terreno de juego y desquitarme. Entrenaba con rabia y me juraba que no iba a volver a perder un partido. Pero lo haces, y pierdes uno y dos. Y después de un tiempo, perder es una rutina más. Y te conformas. Y todo cambia.
-Y aún así, Brian, yo pensé que este era mi momento. Que volvería a tocar el cielo. Pensé que este era el equipo ideal, que lo volveríamos a lograr. Ganamos el seis naciones, ganamos los preparatorios. Teníamos la mezcla ideal de jóvenes y veteranos, y a Johnno de entrenador. Y volví a pensar que la presión no me afectaba, que yo era el de siempre, que mi bota sería igual de fiable. Todo se volatilizó en un instante.
-Yo también lo pensaba Jonny. Después del Grand Slam pasamos dos años de vacío. A la deriva. Todo el mundo estaba deseando enterrarnos, despedir a nuestra generación. Pero a mí ya me han enterrado vivo muchas veces Jonny, lo han intentado en 2007, en 2008, y no hay cosa que más me guste que me digan que ya no valgo, que estoy acabado. Y llegó la fase de grupos, y respondimos a la presión, y estaba orgulloso de mis chicos. Y pensé que mi quinta conseguiría lo que nadie había conseguido en la historia. Pero todo se evaporó en un instante.
-¿Y ahora? ¿Es esto el final?
-No lo sé, Jonny, no lo sé. Quiero pensar que podemos llegar a 2013, rugir una vez más con el jersey rojo. Sabes, después de perder 3 giras seguidas, una victoria con los Lions sería el broche perfecto. Y poder tocar el cielo otra vez, una última vez. Y sonreír otra vez, una última vez.
Jonny asiente, pero hay dudas en su interior. Se hace el silencio otra vez, y la extraña pareja sigue su paseo. Y ese día los locales juraron ver, a Jonny Wilkinson y a Brian O’Driscoll paseando por la costa, despidiéndose de los mundiales para siempre. Y juraron que lucían en su espalda un diez y un trece, su diez y su trece. Y nosotros juraremos que en su día vimos a Jonny y a Brian cambiar el rugby.