El partido no comenzó como Paulie había pedido. Francia dominaba en el juego, y en el marcador. Dos golpes de Skrela y un ensayo de Ibañez contra un par de golpes de Ronan, y al borde del descanso, Irlanda sufría siete abajo. Entonces, una jugada, cambió el signo del partido. Es curioso como la más simple de las acciones es capaz de inspirar a un estadio, y a quince jugadores, y hacerles creer que, por muy mal que estuviesen jugando hasta el momento, todo es posible. Fue David Wallace el encargado de cambiar el momentum del encuentro, de arengar a las tropas, en un ruck que ya estaba perdido, bien guardado por tres galos, pero al cual decidió entrar de todos modos y ponerlo simplemente todo. Un contra-ruck, tres galos al suelo y una imagen simbólica muy potente después…Irlanda iniciaba la remontada. Llegaría el ensayo de O’Gara y un par de golpes más, el último en el minuto 78, para poner el marcador en 17-13.
Con un minuto en el reloj, y un óvalo que debía volver a manos irlandesas en el saque de centro, seguro, aquello estaba ganado. ¿No? El saque vuela alto, cae sobre una decena de cabezas azules y verdes, palmea Francia y el balón se queda en la tierra de nadie… “Allez!” dicen los comentaristas franceses. Recoge Francia. Un par de fases donde se avanzan muchos metros con una defensa Irlandesa a la que de repente le ha entrado el pánico a perder, y que retrocede despavorida, descontrolada. Una fase más y el balón llega a Clerc, que se zafa de tres irlandeses para anotar, ganar el partido, y como descubriríamos semanas más tarde, el Seis Naciones. ¿Y esto, qué tiene que ver con los Lions?
Aquel día, y durante mucho tiempo, Ronan O’Gara cargó duramente contra sus compañeros. “Un jugador profesional no puede fallar un placaje de esa manera” declaró a las cámaras en diferentes ocasiones. Su enfrentamiento aquel día con el equipo provocó la ruptura de su amistad con Geordan Murphy, entre otros. Y aquel día quedaría enterrado en la memoria de Ronan. Pero ya se sabe, como dicen los ingleses, “What goes around comes around”. Y llegó Junio de 2009…
…Lo llaman la rabia del león. Esa reacción de un león humillado, herido, que saca el rugido más fuerte de lo más profundo de sus entrañas. Qué mejor lugar que una ciudad llamada Pretoria para uno de los enfrentamientos más violentos, físicos, apasionantes y legendarios de la última década. A un lado, la bestia poderosa: músculos de Mtawarira, la presencia imponente de Matfield, locura violenta de Burger, pies de Habana y rifle de Steyn. Y sobre todo, hienas. Muchas hienas. De las que se ríen y golpean. Du Plessis, Smith, Botha…
El león tiene la mente fría del dragón Stephen Jones, las heridas de guerra de Shaw, O’Connell y el oso Jones, la inteligencia de Brian y Roberts. La cabeza experimentada, sí, pero las piernas jóvenes de Kearney, Bowe y Fitzerald. Picardía de Mike Philips. Coraje de David Wallace. Springboks y Lions eran ese día, y a su manera, criaturas perfectas.
Aquel test en Pretoria comenzó como un choque de trenesque produce una tremenda onda expansiva. Choques violentos y escaramuzas que sólo venían a confirmar que las giras de los Lions están a un nivel por encima de mundiales o Seis Naciones. Minuto uno, y Burger ya está fuera. Le ha intentado sacar un ojo a Fitzerald. El propio O’Driscoll se enfrenta a Matfield, y a quien sea, es el de las mejores citas. Una sonrisa de BOD y un gesto con las manos que exclaman “Come on, come at me!”. Hoy, nadie se acobarda. O pasas por encima o te pasan por encima.
Stephen Jones golpea primero. Su cabeza será una de las claves del juego de los Lions. Poco después, Kearney posa. Es un 0-10 para los Lions, que escenifica el espíritu de revancha con el que habían salido. Pero los Boks no lo iban a poner tan fácil. Un par de jugadas después, y una jugada de lateral perfectamente ejecutada para que JP Pietersen ponga el 5-10. Du Preez, como siempre, el cerebro entre esa cantidad de músculos. Jones no se desconcentra, sus órdenes están claras. Cada vez que pises campo sudafricano, vuelve con puntos. Así lo hace. Primero un golpe y luego un drop. Al descanso se llega con un 8-16 y muchos, muchos placajes de libro. Cada ruck es una verdadera batalla.
La segunda parte tiene los mismos ingredientes. Choques, cortes, lesiones, Botha contra Sheridan, Gethin Jenkins ensangrentado, O’Driscoll que noquea a Brussow…y Jones que sigue con el plan, sumando de tres en tres. Du Preez y Habana se ocupan, sin embargo, de que los Lions no se vayan demasiado en el marcador, de tener el encuentro…a tiro de Steyn. Entre tanto llega el minuto 67. Jamie Roberts se retira y entra Ronan O’Gara. Dicen, que los fantasmas del pasado te persiguen para siempre. Aquel día, los Lions habían cuajado un partido increíble, desde el punto de vista físico y mental, recuperándose de un derechazo en la mandíbula que habría tirado a cualquier otro equipo.
Aquel titánico esfuerzo, sin embargo, podría irse al traste en cualquier momento. Esto, al fin y al cabo, es rugby. Con seis para el pitido final, Ronan O’Gara se encuentra con un Fourie desbocado, directo a la línea de marca. Y entonces…entonces O’Gara es atropellado, pasado por encima, como si el destino le hubiera reservado una cruel venganza. Pero ahí no acaba todo. Se llega al minuto 77 con un 25-22 para Sudáfrica. Jones ante una complicada patada… al viejo dragón no le temblará el pulso, ha completado un encuentro magnífico. 27-27.
Y el destino volvería a poner el óvalo en las manos de Ronan O’Gara, con un minuto para el final. Si el partido acabara en empate, los Lions seguirían vivos en las series. Había esperanza. Ronan recibe dentro de su 22, con mucho tiempo. Sus opciones son reducidas, y ninguna de ellas ideal. Puede subir a chocar, y mantener la posesión mediante pick&go, pero es arriesgado. También puede iniciar un contraataque, pero también entraña ciertos riesgos. Quizás la opción menos mala es devolver el balón a touch, lo más profundo posible, y que Sudáfrica se la juegue en campo propio con pocos segundos en el reloj. Pero el experimentado apertura irlandés decidió algo bien distinto. O’Gara, se jugó un up-and-under, profundo, sin oportunidad para que ninguno de sus compañeros lo recuperase, regalando la posesión a Sudáfrica en el centro del campo. Y subió a presionar la patada, e inexplicablemente, placó en el aire Du Preez, un golpe de castigo mortal, la última bala en la cartuchera de Steyn.
Con el reloj en rojo, la patada monstruosa de Steyn encuentra su sitio entre palos. Los Lions han perdido un partido que tenían ganado, y unas series en las que habían resucitado. Ronan aquel día pagó, dos años después, un pecado. Para siempre recordará aquel Junio de 2009. La diferencia fue, que esta vez, ninguno de sus compañeros le acusó públicamente. What goes around, comes around Ronan.