Sabe exactamente lo que viene ahora. No es la primera vez que pasa por ello. Pero es, quizás, la que más duele. Coge aire. La entrevista con el micrófono abierto a todo el estadio, el vestuario roto, en silencio. Protocolo. Más protocolo. Rueda de prensa. Y mañana pedirán su cabeza. Y todo esto con el resto del torneo por delante. Y todo esto, con el resto del planeta celebrando su derrota. |
Una pesadilla recurrente. Pues cuando le sacaban en camilla y con oxígeno hace ya unos cuantos meses, con su rodilla completamente destrozada tras un aparatoso ruck en un Test contra Gales, no era el dolor físico el que inundaba su cabeza, sino el dolor psicológico de que otra vez... ¡Otra vez! Se perdería un mundial. Y el pronóstico no era muy halagador: tres de los cuatro ligamentos de la rodilla rotos, y el menisco dislocado. Una vez más, en el peor momento posible.
No es Jean de Villiers jugador ajeno a las lesiones: Dislocamiento del hombro derecho, rotura de clavícula del hombro derecho, rotura del biceps izquierdo, pinzamiento de un nervio del hombro izquierdo, rotura de fibras en los muslos de ambas piernas, menisco de la rodilla izquierda dislocado, menisco de la rodilla derecha dislocado y cirugía para reconstruir la rodilla, sindesmosis en el tobillo izquierdo, ligamentos de la muñeca izquierda dañados, también en la derecha...
Pero donde un capitán verdaderamente se convierte en capitán, donde un Springbok herido curte su piel con cicatrices, es en la sala de rehabilitación, sin cámaras, focos, público ni prensa para ver y mirar. Y con un cruel y tortuoso camino por delante. Pero con la inestimable compañía de Rene Taylor y el resto de fisioterapeutas de Sudáfrica, Jean construyó su pasaje al mundial. Día tras día. Forzándoles a exprimirle, hasta el vómito. Estudiando los videos de sus primeros pasos, de sus carreras, finalmente de sus sprints. Aguantando sus momentos de ira, sus momentos de depresión, de rabia. Apoyándole en esos momentos, en los que quieres abandonar ese halo de esperanza porque no puedes aguantar el dolor ni un segundo más. Esos momentos alejados de la cara afable del tipo sonriente. No, en el pozo de tus pesadillas te conviertes en un ser irascible, arisco, obsesivo, maniático. Y es ahi donde Jean de Villiers se convierte en un jugador único, que ha recorrido tantas veces el camino del Hades al mundo de los vivos.
"Todos y cada uno de los jugadores hemos decepcionado. Esto no es aceptable para el nivel que debemos exigirnos. No quiero quitarle nada de mérito a Japón por su victoria, pero tenemos que apropiarnos de esta derrota, hacernos responsables, nosotros, los que estuvimos en el campo. El staff técnico no puede hacer nada sobre el terreno de juego, así que somos nosotros los responsables"
No hay verguenza en la derrota. Sólo dolor. Y para Jean de Villiers la inexpugnable conquista de la rendención en un torneo que siempre le ha guardado las peores sorpresas de su carrera. Si fuera una película, diría que todo apunta al gran desenlace donde el héroe emerge como el gran triunfador, ganándose de nuevo a su público, a su país y al resto de aficionados. Desgraciadamente, el rugby no hace falsas promesas, y el propio Jean de Villiers nunca ha querido regalos en forma de titularidades no merecidas. Sea como sea, la imagen de un capitán Springbok herido pasa a mi memoria como la cara oscura y dolorosa de un dia inolvidable. No hay vergüenza en la derrota. Sólo en la rendición.