Viajemos en el tiempo. Más de 80 años. Mismo estadio, misma ciudad, en un lejano 21 de Noviembre de 1920, durante la Guerra de Independencia Irlandesa. Tropas de la división auxiliar británica irrumpieron en Croke Park durante un partido de fútbol gaélico disparando contra el público, matando 13 espectadores y el capitán de uno de los equipos, Michael Hogan. Fue una mancha sangrienta de las muchas que tuvo el conflicto. Otro “Bloody Sunday” más. No sería el último. Durante 80 años, se veta todo lo inglés en ese estadio. Se convierte en un templo gaélico, sede de la Asociación Gaélica de Deportes. Allí sólo se practica Hurling y Fútbol Gaélico. Una de sus gradas lleva el nombre de Hogan “The Hogan Stand”. Se trata de un refugio, un recuerdo y un olvido.
Y así pasa el tiempo, cuántas cosas cambian en 80 años, ¿no? Y en 2007, el clásico Lansdowne Road sufre una remodelación, y los partidos del Seis Naciones se jugarán en Croke Park. Todos tiemblan. La prensa no falta a su cita para calentar el ambiente las semanas previas. Muchos se temen lo peor, otros censuran directamente que se vaya a dejar pisar al equipo inglés el estadio, mucho menos que suene el “God Save the Queen”. Los programas de radio arden con llamadas airadas de muchas partes de Irlanda. El simple hecho de que el Secretario de Estado Norirlandés Peter Hain pisara el templo era impensable hace no mucho. Pero confirma su asistencia. Los más sensatos hablan de cerrar una etapa, de culminar un largo caminar y del orgullo Irlandés. Se trata de recordar olvidando. O de olvidar recordando.
24 de Febrero de 2007. Croke Park, Dublín. Partido del Seis Naciones entre Irlanda e Inglaterra. 83.000 personas aguardan con nervios a que las autoridades tomen asiento y se comiencen a interpretar los himnos nacionales. Desde Inglaterra, mirando por el televisor, muchos aguardan expectantes y temerosos a su himno nacional. El silencio previo es mágico, contundente, algo grande se anticipa, se puede sentir en los presentes. También hay miedo en las autoridades…Pero, ¿Por qué? ¿Qué tiene todo esto de especial?
Viajemos en el tiempo. Más de 80 años. Mismo estadio, misma ciudad, en un lejano 21 de Noviembre de 1920, durante la Guerra de Independencia Irlandesa. Tropas de la división auxiliar británica irrumpieron en Croke Park durante un partido de fútbol gaélico disparando contra el público, matando 13 espectadores y el capitán de uno de los equipos, Michael Hogan. Fue una mancha sangrienta de las muchas que tuvo el conflicto. Otro “Bloody Sunday” más. No sería el último. Durante 80 años, se veta todo lo inglés en ese estadio. Se convierte en un templo gaélico, sede de la Asociación Gaélica de Deportes. Allí sólo se practica Hurling y Fútbol Gaélico. Una de sus gradas lleva el nombre de Hogan “The Hogan Stand”. Se trata de un refugio, un recuerdo y un olvido.
Y así pasa el tiempo, cuántas cosas cambian en 80 años, ¿no? Y en 2007, el clásico Lansdowne Road sufre una remodelación, y los partidos del Seis Naciones se jugarán en Croke Park. Todos tiemblan. La prensa no falta a su cita para calentar el ambiente las semanas previas. Muchos se temen lo peor, otros censuran directamente que se vaya a dejar pisar al equipo inglés el estadio, mucho menos que suene el “God Save the Queen”. Los programas de radio arden con llamadas airadas de muchas partes de Irlanda. El simple hecho de que el Secretario de Estado Norirlandés Peter Hain pisara el templo era impensable hace no mucho. Pero confirma su asistencia. Los más sensatos hablan de cerrar una etapa, de culminar un largo caminar y del orgullo Irlandés. Se trata de recordar olvidando. O de olvidar recordando.
¿Y el partido? Preguntaran algunos. El partido sólo hizo que confirmar que aquel día pasaría a la historia. Irlanda ganó 43-13, un auténtico recital. Jim Stokes escribió aquel día en la BBC que “en 45 años viendo rugby, no he visto jamás un partido con tanta intensidad, tantas emociones y tanta fuerza como el que se ha jugado hoy en Croke Park”. Aquel día, Irlanda dio una lección. Aquel día, los 83.000 espectadores dieron una lección. Proclamaron su amor por una bandera a través del orgullo y el respeto al rival. Entendieron que el respeto no se pide con silbidos, el respeto se gana con nuestros actos. El mundo entero agradeció el gesto. Es una pena que algunos no hayan sabido recoger el testigo. En fin, siempre nos quedará el orgullo de Croke Park.