JONNY WILKINSON: ¿En serio? Nunca nos dijeron que iba a venir el seleccionador…
WOODWARD: ¡No creo que supieras quien era! Pero seis meses después ya estabas camino al equipo senior. Eras un chico de 18 años sin caps, y en seis años estarías pateando para ganar el mundial.
WILKINSON: Suena sencillo, ¿A que sí? Tuve mucha suerte de tener un montón de seguridad y apoyo a mi alrededor a esa edad. La seguridad no era de “vas a jugar cada partido” sino de que me pusisteis en una situación en la que se respetó mi evolución y se construyó mi confianza.
WOODWARD: La gente se olvida de lo imponente que el vestuario de Inglaterra para un chico tan joven, ¿Te acuerdas?
WILKINSON: Nunca se olvida. Entré y vi el ceño fruncido de Martin Johnson y pensé: “Me odian”. Pero al mismo tiempo Jonno ha tenido siempre esa cara, también en 2003 y ¡creo que entonces ya le caia bien! Entré en el equipo durante el Cinco Naciones de 1998, vi como los chicos se cargaban a Gales y pensé: “Genial, voy a ver mucho desde la grada porque estos no me necesitan” Entonces llegó Irlanda. Y no pasó mucho hasta que alguien me llamó y me dijo: “Jonny, te necesitan”. Me alegro de que fuera todo tan rápido: Corrí al banquillo, mi corazón latiendo rápido, me cambié y me quité la chaqueta. Estuve cinco minutos esperando a entrar, ¡Fue perfecto!
WOODWARD: Durante la semana te solías sentar atrás en las reuniones, sin decir nada. Te dije que te necesitaba al frente, hablando de esto y lo otro, Fui duro contigo al principio porque necesitaba a mi “quarterback” liderando. Sabes que tienes un buen grupo de jugadores pero quieres hacer algo especial. ¿Te dabas cuenta?
WILKINSON: Sin duda. No tenía otro marco de referencia, solo conocía Inglaterra, pero la cosa se retroalimentó, había un énfasis increible en conseguir la gente adecuada para cada trabajo. La razón numero 1 detrás del éxito en Australia era la cultura que creamos. La idea era cuidar de todos los suficiente como para que las partes más técnicas e intimidantes del juego salieran de forma instintiva y natural. Tú pusiste las reglas y el código de honor pero luego los jugadores lo cumplieron. Incluso en las reuniones, no era un tema de “No quiero llegar tarde” era más bien “No soporto llegar tarde”.
WOODWARD: ¡Cualquier cosa que no fuera 10 minutos antes de la hora pactada ya era llegar tarde para nosotros! Pero fuisteis vosotros los que estuvisteis de acuerdo en cumplir aquello y cientos de cosas similares. Mi plan maestro era que si cada jugador podia convertirse en uno de los mejores del mundo en su posición, un jugador estrella, entonces el equipo sería un equipo increible. Así que contratamos especialistas para cada posición, para cada elemento del juego, desde vision periférica pasando por cosas como técnica de carrera.
WILKINSON: El equilibrio es fundamental: Encontrar el punto adecuado entre dirigir desde los entrenadores y también dejar que el grupo tenga su propio liderazgo. Si quiero seguir un sistema de juego en un partido, el liderazgo es lo que me va a permitir cumplirlo cuando estoy bajo presión. Me gustó que después de cinco años en el equipo aún me estuvierais enseñando técnica de placaje. Era darnos armas para atacar el juego.
WOODWARD: ¿Te acuerdas de esas sesiones de “murderball”? Eran sesiones de defense con placaje durante un tiempo determinado. Yo las odiaba porque os quería a todos sanos y me enzarzaba en discusiones constantes con Phil Larder sobre tí. Le dije que tú podías hacer “murderball” pero que te quería en un peto amarillo. Incluso te puse literalmente yo el peto. Protestaste como un niño pequeño, odiabas el trato especial pero te dije: “No, soy el seleccionador y vas a llevar el peto”. Claro que me alejaba pensando que te había dejado las cosas claras solo para darme la vuelta y ver el peto amarillo tirado en el suelo y a tí placando a los delanteros como un animal. Creo que esto te resume bastante bien.
WILKINSON: ¡Ahora si que me gustaría llevar el peto amarillo! Tiene sentido. Miro atrás y pienso: jugaba contra mis amigos, entrenando y lo único que quería era reventarles a placajes. Si hicieras una sesión de esas hoy en día, sería el primero en decir: “Mira, si me quieres a tope para el sábado, mejor me dejas fuera”.
WOODWARD: Hay un partido para mí que destaca en nuestro camino hacia ese mundial. Fue contra Francia en el Seis Naciones. Nos ganaron y estaba furioso. Te habías metido en más de 25 rucks, algo increible, pero tuve que sentarte y decirte: “Jonny, eres el apertura, no te necesito peleando, metiendote en abiertas y reventando gente. Te necesito en la línea.” Eres un luchador nato, lo tienes en el ADN, pero lo que quería hacerte ver es que lo major para el equipo era que no te metieses en todas las peleas. Fue un momento importante. ¿Hubo algún momento clave para tí?
WILKINSON: Sentí que algo se cocía cuando nos fuimos de gira por el Sur en 1999 y jugamos contra Australia. Era un grandísimo equipo pero recuerdo estar en control, confiado, pensando que si empezábamos arriba en el marcador podíamos ganar. Y todo echo a rodar desde ahí. Vinieron un año mas tarde aquí y Dan Luger anotó en el último minuto. Fue nuestro punto de arranque.
WOODWARD: Un poco antes ese año perdimos el Grand Slam en Murrayfield, y estuvimos intentando reforzar la idea de que “Sólo se tarda 20 segundos en hacer un ensayo”. Aquel partido contra Australia lo confirmaba. No fue solo ganar, es que además todo el mundo mantuvo la calma.
WILKINSON: Hay otra historia similar. Recuerdo una reunión, años antes de 2003 y estaba ahí sentado con Mike Catt y me preguntaste: “Si intentas un drop cada vez que nos metamos en campo contrario, cuántos puntos crees que podrías meter?” Y yo estaba haciendo mis cuentas, añadiendo de tres en tres y Mike Catt respondió: “Los suficientes como para ganar el partido” Y le miré y me reí, había dado en el clavo: Un drop puede ganar un partido.
WOODWARD: Para bien o para mal, siempre comparé equipos con aquel equipo de 2003. Nuestro eje 10-12 era incredible: Tú codo a codo con Mike Catt y Will Greenwood, que eran grandes habladores. Teníamos tres atrás que eran explosivos y una tercera línea célebre, pero otra clave fue nuestra superioridad en los cinco de adelante. Woodman, Thompson y Vickery eran grandes y duros pero también podían corer y pasar la bola y eso no es muy tradicional de los ingleses que digamos.
WILKINSON: Catty y Greenwood eran definitvamente grandes habladores, ¡Si estuvieran aquí ahora mismo no me dejarían decir una palabra! Pero la comunicación entre nosotros era la clave. Recuerdo salir del campo después de un partido en Twickenham y la prensa se deshacía en halagos y yo me sentía un fraude, pensando: “¿Están de broma? No soy ningún genio, sólo hacía lo que me decían”. Para la gente mis mejores partidos eran cuando alguien me decía lo que tenía que hacer durante 80 minutos, pero en realidad mis mejores partidos eran cuando estábamos contra la espada y la pared, al borde del precipicio.
WOODWARD: Para mi siempre se resume en gestionar la presión y mi intención era construir un equipo que pudiera con todo sin perder la compostura. La semana con más presión que recuerdo fue la previa de nuestro debut en el Mundial contra Sudáfrica. Realmente pensé que si ganábamos aquel partido llegaríamos a la final y no recuerdo una semana de más tension en mi vida.
WILKINSON: Para mí, fue en el descanso de los curators de final contra Gales, perdíamos 10 a 3. Es una de las peores sensaciones que recuerdo en un vestuario. Pero recordándolo ahora sienta mejor porque nunca jamás sentí algo parecido como aquella charla de equipo que tuvimos en ese momento. Todos pensábamos: “Esto no puede estar pasando, esto no va a acabar así”. La mitad de la gente quiere gritar, otros no saben que decir, pero aquella charla era intensa, organizada y muy reafirmante. Incluso la estructura de los descansos era meticulosa. Dos minutos para cambiarte, entonces nos dividíamos entre grupos para repasar cosas. Cuando te la juegas, la organización ayuda mucho.
Hay un partido para mí que destaca en nuestro camino hacia ese mundial. Fue contra Francia en el Seis Naciones. Nos ganaron y estaba furioso. Te habías metido en más de 25 rucks, algo increible, pero tuve que sentarte y decirte: “Jonny, eres el apertura, no te necesito peleando, metiendote en abiertas y reventando gente. Te necesito en la línea.”
WILKINSON: Mi recuerdo favorito era que cada vez que dejábamos el hotel para ir a algún sitio había una marea blanca. La mitad de Manly parecía inglesa y nos animaban cuando pasabamos con el autobus hacia los entrenos.
WOODWARD: La mañana de la final me levanté muy temprano y me fui a pasear por la playa sobre las 5:30. La rutina del desayuno fue la de siempre y entonces hicimos una sesión de touch en la playa y eso llamó mucho la atención. Me fui a comer con unos amigos al paseo de la playa y pronto estaba rodeado de aficionados que me preguntaban que narices hacía ahí. Yo respondía: “¿Donde quieres que me meta? ¡El partido no empieza hasta dentro de siete horas!” Nos montamos en el bus un poco antes porque el trayecto era algo largo. Era una noche fría para lo que es noviembre en Australia y la diferencia con el calentamiento en otros partidos es que el estadio ya está lleno hasta la bandera. Todos están sentados ya.
WILKINSON: Recuerdo un montón de aquella noche y para mí son recuerdos increibles. Puedo recordar lo que pasó, pero lo recuerdo según lo ví en aquel momento. El vestuario antes de salir era a la vez increíblemente calmado e increíblemente tenso. Todos hacíamos nuestra rutina habitual. Entonces salimos a calentar y el estadio ya estaba lleno. Recuerdo las imágenes, pero realmente lo que recuerdo son las sensaciones: sonidos, olores, cada segundo de partido. Hubo momentos mejores y peores. Empezamos mal con el ensayo de Tuqiri en el minuto seis, pero mantuvimos la calma. La melé no funcionaba del todo y no podíamos alejarnos en el marcador.
WOODWARD: Jugamos bien. La cuestión de la melé me estaba sacando de los nervios, eramos el pack más fuerte pero aun así no sacábamos provecho de ello. El descanso transcurrió de manera calmada. Sólo había que reforzar los mensajes que habíamos dado. El problema fue que el árbitro no dejaba hacer nuestro juego, que se construía desde la melé. Me la jugué metiendo a Jason Leonard para estabilizarlas. Lo primero que hizo fue acercarse a André Watson y decirle: “Escucha, soy el mejor del mundo en técnica de melé, y no vas a tener más problemas en este aspecto, te lo prometo”. Y no los hubo. Eso fue fundamental. Como entrenadores no podíamos estar abajo en el césped pero cuando faltaban unos segundos vi a Eddie Jones en línea de touch, y salté de mi asiento para tirarme escaleras abajo.
Cuando llegué ya había pitado el final (empate a 14) y los chicos se habían ido a un corro. Johnno estaba hablando y yo sabía que diría lo que había que decir, que había que mantener la calma bajo presión. Pero tu no te metiste en el corro. Te fuiste a practicar la patada y yo quería hablar contigo. Me acerqué y te dije: “Jonny, tenemos que jugar en su campo, Catt también es un gran pateador, no pareis de patear para mantenerlos allí metidos”. Te diste la vuelta y me dijiste…
WILKINSON: “No me jodas, ¡Obvio!”
WOODWARD: Te disculpaste después por el lenguaje pero a mí me hizo gracia en aquel momento. Lo tenías todo bajo control y todo el equipo sabía lo que había que hacer. Así que me acerqué a Jonno y le dije: “Esto se gana con un drop o un golpe de castigo, así que todo a palos”. Luego vi desde donde estabas practicando, desde muy lejos. Fue justo desde donde metiste un golpe de castigo dos minutos después de empezar la prórroga.
WILKINSON: Me metí en el corro al principio pero no podia aguantar ahí parado. Estabamos en la final, teníamos dos minutos de descanso y estabamos en un corro. No podia. Sólo pensaba en que había fallado un par de drops y sabía que si todo se decidía con una patada mía tenía que meterla. Pensaba: “Siete años para esto, lo tengo que meter”
WOODWARD: Al final de la prórroga, Moody casi tapona la patada de Matt Rogers, que le salió bastante mal. Teníamos una touch a favor y nos la jugábamos con el “zig-zag” la rutina de drop que practicamos durante años. La idea era centrar el ruck. No te vas fuera, a las bandas, avanzas por el centro, a izquierda y derecha del ruck anterior. Mantener el balón en el centro del campo. Ben Kay vió que Moody estaba solo en la touch y la cambió en el ultimo segundo para que el balón fuera hacia él.
WILKINSON: Normalmente, cuando canto una jugada, voy corriendo a todos lados para que todos sepan lo que tienen que hacer. Me voy a los centros, al ala y les repito una y otra vez, aunque ya lo sepan. Pero aquella vez lo dije una vez y ya está. Sabía que todos eran conscientes de lo que ibamos a hacer. Seis años en una jugada. Bajo la presión más incredible la mayoría de los equipos sucumben pero esa jugada es un resumen de aquel equipo.
WILKINSON: Entonces Catty pateó fuera y recuerdo ver el balón volar… Sabes, nunca lo he vuelto a ver repetido. Me gustaría volver a ver esos partidos pero cuando las emociones se calmen un poco, por el momento me gusta recordarlo y emocionarme. No quiero verlo aún.
WOODWARD: Las celebraciones se alargaron muchísimo. No te atreves a planear nada de antemano. Fui a por la medalla, luego intenté encontrar a mi familia. ¡Recuerdo estar todavía discutiendo con Watson! El vestuario tenía la puerta abierta, todos estaban invitados a entrar. Y los australianos se portaron genial. Estaban destrozados pero fueron increibles. El vuelo de vuelta a casa fue una fiesta sin guión.
El avión estaba lleno de aficionados. British Airways se portó genial y desde que despegamos todo el mundo estaba de pie paseando por ahí, pasándose el trofeo. Había cerveza por todas partes. Cuando aterrizamos, no podía volver a mi sitio porque un aficionado estaba durmiendo en él. Y en la escala de Singapore a Londres todo el mundo se durmió de agotamiento.
WILKINSON: No lo cambiaría por nada del mundo, pero esa noche lo cambió todo. La vida dejó de ser sencilla. Tengo bastante miedo a los halagos. No sienta bien. Recuerdo entrar en casa con una gorra, y hacer a un amigo que saliera con esa gorra para que mi hermano y yo pudieramos irnos sin que nadie nos siguiera. Quizás tenía que asumir la fama un poco más, pero no lo hice. Me escondí y eso hizo que el problema creciese. Pero me hacía sentir frágil.
WOODWARD: Los años siguientes tuviste una racha malísima con las lesiones. No era solo que te habías convertido en el chico de moda.
WILKINSON: El periodo de ajuste definitivamente habría sido más facil sin las lesiones. Así me habría dicho en 2003: “Ya está, la vida no volverá a ser como antes así que disfruta todo lo que puedas”. Pero no lo hice porque no podia jugar, todo lo que me decían tenía que ver con aquella noche. Era un castigo. Es curioso, en cierto sentido, el problema de mi carrera fue ganar el Mundial.
WOODWARD: ¿Sabes que tu web no menciona nada de ese Mundial no, es a propósito?
WILKINSON: Quiero alejarme un poco de todo lo que tenga que ver con ese Mundial. Fue la máxima experiencia, pero necesito pasar página para poder seguir adelante. Mi primer partido después de Sydney fue contra Northampton, y fue un alivio. Pero me lesioné, y los diez meses siguientes perdí el rumbo.
WOODWARD: Dices que perdiste el rumbo pero tienes una manera incredible de llevar los contratiempos. Desde que dejé de ser seleccionador las lesiones se apoderaron de tu carrera.
WILKINSON: Tuve 14 lesiones antes de poder volver con Inglaterra y nada tenía sentido. Me perdí todo 2004, 2005 y 2006, así que el mundial de 2007 fue mi regreso. Entonces me perdí todo 2008 y 2009 y hubo un gran cambio generacional. No sabía si intentaba volver o ser alguien nuevo. Hubo un punto que intenté actuar como si tuviese 18 años otra vez, como si jugase con Inglaterra por primera vez, pero nadie más me iba a dar esa libertad. No ser seleccionado para un partido era normal para mí antes del mundial pero después era como: “Dios mío, ¿Hasta este punto he llegado?”
Tenía que ver como Charlie Hodgson jugaba a un gran nivel. Recuerdo una vez jugar contra Gloucerster en The Shed un año, después de estar lesionado dios sabe cuánto. Pensé: “Genial, siempre me reciben de forma hostil en el calentamiento”. Una bienvenida al estilo de Gloucester es algo que hay que ver. Pero esa vez era diferente, era como: “Ahí viene, vamos a animarle un poco, está pasando por un mal momento”. Pero yo quería que me gritaran y me increparan algo, no que sintieran pena.
WOODWARD: Y aún así, todos estos años después, has alcanzado otro pico incredible en tu carrera ganando la Heineken Cup con Toulon. Has ganado los dos grandes trofeos del rugby con una década de diferencia. No creo que haya pasado algo similar.
WILKINSON: Creo que una carrera es el dia a dia. Algunos prefieren reunirse en un pub a hablar de quien ha ganado más trofeos pero para mí es el deseo de ser siempre mejor, de mejorar, pese a los contratiempos. Lo que importa en tu carrera es la actitud, el hambre, las ambiciones tuyas y de tus compañeros. Son esas cosas las que hacen una carrera especial.
WOODWARD: Hablas de tí mismo como de una persona obsesiva y yo me consider obsesivo también, creo que es una ventaja. Has escrito y tomado notas de toda tu carrera desde que eras niño y eso describe muy bien que clase de jugador eres. Serías un gran entrenador. ¿Es algo que has considerado?
WILKINSON: Tengo un par de aspiraciones: La línea de ropa y la de nutrición, pero también me gustaría ser entrenador. He pasado mucho tiempo pensando e investigando como hacer las cosas, dentro y fuera del campo. Tenemos jóvenes aperturas con mucho talento en Toulon y me gustaría guiarles. A la vez, también me gustaría trabajar con primeras líneas en cosas como pases con la mano débil, ayudar a los segundas en atacar a la línea, no sólo entrenar aperturas.
WOODWARD: Tu ultimo mundial fue en 2011, algo muy diferente a 2003. ¿Puedes analizar lo que pasó? Desde fuera, parece que había talento suficiente, ¿Que fue lo que pasó?
WILKINSON: En cualquier equipo necesitas un nivel básico de entendimiento. Había ese nexo en 2003, los chicos nos entendíamos. Pero en 2011, no había esa conexión, y todo parecía muy forzado. Yo jugaba con gente que no me había visto jugar en la vida porque llevaba mil años lesionado. No sabían que pensar de mí: “Este tío jugo en 2003 y supongo que tenemos que respetarlo pero no he jugado con el en mi vida”.
Esperaban de mí que fuese a decir a los chicos qué hacer, aún cuando yo no sabía si confiaban en mí, y en el campo no sabía donde iba a ir la bola. Pero tengo la culpa de muchas cosas: No encontré tampoco esa conexión y creo que es la segunda vez en mi carrera que me puede completamente la presión externa, la prensa se metió en mi cabeza.
WOODWARD: Siempre fuiste dogmático y severo. Eso es un punto fuerte, no una debilidad.
WILKINSON: Pero en Nueva Zelanda tuve que preguntarme: “¿Soy un tipo estirado? Piensan mis compañeros: Está cortando el buen ambiente”. Creo que me llevaba bien con todos pero luego estaba solo practicando patadas a las siete de la mañana. No sabía como relacionarme con el equipo, pero como apertura tienes que hacerlo. Tienes que levantar a todo el equipo si hace falta y yo lo intenté, pero no funcionó.
WOODWARD: Mi última pregunta: ¿Cuál es la lección más importante de tu carrera?
WILKINSON: El apoyo de un jugador ha de ser tal que no se convierta en una cuestión de que si llegas muy arriba solo sea para que la caida sea peor. Con el apoyo correcto y adecuado, los jugadores saben que pueden ir a por un 10 de 10 en cada partido y llegarán al siete como poco. Pero si no existe y le pides a un jugador que te de un 10, no lo hará porque tendrá miedo de caer a un 2.
Ese fue el caso del drop. Las lecciones camino a 2003, como perder aquel Grand Slam, fueron clave para entender qué hacer en una prórroga, como comportarme. Todas esas lecciones se resumen en 60 segundos. Todo tenía que llegar en esa jugada. Todas las lecciones en una cápsula.
"Es curioso, en cierto sentido, el problema de mi carrera fue ganar el Mundial"