En 1987 nace Tom, el mayor de los hermanos. Dos años más tarde, en 1989, llegará el pequeño Ben. Los dos hermanos comienzan su aventura en el mundo del óvalo en la misma escuela en la que había jugado su padre, Gresham School, en su Nortfolk natal, una escuela especializada en deporte, y en particular, en rugby. Son días duros para los hermanos. Ambos con dislexia, el colegio se convierte en su particular pesadilla. "Yo tenía dislexia pero no me la identificaban", confiesa Tom, "recuerdo un examen donde no era capaz de leer ni una pregunta". La dislexia se ceba con el mayor. Tom encuentra grandes dificultades para leer y escribir. "En la escuela pensaban que simplemente era un poco corto". Pero el miedo y la agonía del interior de las aulas contrasta con la libertad que los hermanos experimentan en los campos de rugby y, a la vuelta a casa, en su granja. "Papá siempre nos animó a corretear y hacer ejercicio por la granja, ya fuera cargando heno, ayudando o simplemente jugando".
Es allí, en su particular patio de recreo, al aire libre, donde los dos hermanos disfrutan del rugby. "Recuerdo que Ben siempre iba con una camiseta de los 'All Blacks'; por supuesto nunca se la ponía fuera de la granja", comenta Nick. "Ya por aquel entonces le veía hacer contrapiés y esquivar árboles y pensaba que el chico tenía habilidad. Después estaba Tom, que no paraba de patear el balón lo más alto posible para luego saltar a cogerlo. Ben era muy flaco y Tom bastante fuerte, así que cuando se placaban Ben siempre se llevaba la peor parte. Tom simplemente le reventaba", recuerda divertido el patriarca de la familia.
Ya en los campos, Ben comienza su carrera como centro y zaguero, aunque su ambición era conseguir el ansiado '10' del apertura. No sería hasta unas pruebas selectivas en Londres cuando un entrenador le sugiere a su padre que le prueben de medio melé. Una vez en la academia de los Tigers, el legendario Dusty Hare recogió aquellas sugerencias. Y así, con la inapreciable ayuda de unos entrenamientos personalizados en casa, sobre todo en lo que a patadas a la 'caja' se refiere, Ben Youngs selló pronto su número a la espalda: '9'.
El caso de Tom fue diferente, muy diferente. Tom se pasó todas las categorías en la línea de tres cuartos, alternando los dos centros. Se le consideraba un centro poderoso, rápido y hábil. En 2006 debuta con los Tigers, la misma temporada que su hermano. El partido es contra los London Irish. Tom se rompe la pierna a los 5 minutos. No pedirá el cambio hasta el minuto 13. Un año después, llega una breve incursión en la selección nacional de Sevens. Mientras tanto su cuerpo sigue sufriendo transformaciones: su musculatura y peso aumentan, y desaparece cierta agilidad de la que disponía en su juventud. Es aquí cuando otro entrenador legendario, en este caso Heyneke Meyer, sugiere un arriesgado cambio: "Tom ha de pasar del centro a la posición de talonador". Y mientras su hermano destaca en todos los ámbitos con una irrupción fulgurante en la escena nacional, Tom se estanca en una posición que no entiende y en un estado de ánimo que no le ayuda. Son días duros cedido a Nottingham y a los Bedford Blues.
Es ahí donde la sabiduría y la motivación de Nick vuelven a escena. Nick mantiene, desde que los chicos comienzan su carrera en las ligas menores de rugby, un álbum con recortes de sus hijos. Son pequeñas reseñas de prensa, que luego serán artículos, fotos… El álbum crece y crece, y, aunque uno es titular con Leicester y está a las puertas de ser llamado por la absoluta, y el otro lucha por sobrevivir en el segundo equipo, Nick decide seguir dándole la misma importancia a los dos en su álbum familiar. Les hace entender que se necesitan el uno al otro. Le encarga a Tom la tarea de cuidar de su hermano, de alejarle de cualquier posible distracción. De no dejar que le afecte esa fama inmediata con la que te abraza la prensa inglesa. Nick sabe del peligro de los palmeros. Y Tom se toma su tarea muy en serio.
Para Ben, en esos años, todo son alegrías, nuevos pasos y nuevos retos. El debut con los Tigers contra Sudáfrica con victoria. La titularidad. Primeras entrevistas, donde el tímido medio no se despega de su inseparable compañero de juego Toby Flood, una costumbre, que mantiene hasta el día de hoy. Y por fin, en febrero, la llamada de Inglaterra. "Recuerdo la concentración previa al Seis Naciones. No puedes llegar a la selección y pasearte como si fueras un veterano. Tenía un respeto absoluto. Compartía habitación con Jordan Crane y trataba de hacer lo que él hiciese. No me despegaba de él", explica el pequeño medio, "pero no podía evitar quedarme alucinado cuando compartía entrenos con Jonny Wilkinson o Mike Tindall, mis héroes de la infancia. Y entonces corría y entrenaba como un loco para no desentonar". Un día, durante la concentración, 'Johnno' se le acerca y le dice "¿puedo hablar contigo un momento? Me dijo. Y ya me supuse que me mandaba a casa. Te quedarás en el banquillo el sábado, continuó, y yo me supuse que me mandaba a Leicester, pero no me dejaba jugar. Le dije que Leicester no tenía partido ese fin de semana y entonces se llevó la mano a la cara y me dijo, no te enteras de nada, ¡en el banquillo contra Escocia!".
Ese día Ben juega sus primeros minutos con Inglaterra, saliendo de ala. En las gradas, sentado junto a Nick, un orgulloso hermano mayor. La prensa le busca, y le pregunta qué siente viendo a su hermano pequeño con Inglaterra. "Un orgullo tremendo. Más que si estuviera yo ahí abajo. Tiene un talento enorme. Ojalá podamos compartir esto algún día". La humildad en la respuesta de un Tom que, en tiempos difíciles, no se imagina que el destino le guarda gratas sorpresas.
De vuelta a los terrenos de juego, sigue su particular calvario. "En sus primeros partidos como talonador", comenta Nick, "corría como un 'pollo sin cabeza', y sus lanzamientos de lateral eran terribles", Y ahí entra la figura del ex talonador de Inglaterra y 'Head Coach' de Leicester, Richard Cockerill. Su insistencia con el chico es muy criticada en el entorno del club. Llegan los entrenos con el primer equipo, aún tras el veterano George Chuter y el prometedor Rob Hawkins. "Cockerill me dio unas hojas con todas las claves de 'lineout' del primer equipo. Pero yo no era capaz de memorizarlas. Por mucho que las leyera". Y mientras tanto ese caprichoso destino entra en escena.
Final de la LV Cup, el año pasado contra Northampton Saints. Rob Hawkins se encuentra en el mejor momento de su carrera. A las puertas del 'XV de la Rosa'. Cuando en un 'ruck', el jugador Saint Callum Clark decide hacer palanca con su brazo, hasta rompérselo. Le costará 32 semanas de sanción. A Rob Hawkins casi le cuesta su carrera; todavía no se ha recuperado. Y mientras la escalada de Hawkins hacia una cima desconocida se frena en seco, la de Youngs continúa ya sin freno. Gana minutos, afina sus lanzamientos. Destaca en el juego abierto. Ya en esta temporada se convierte en titular. Sus 'lineout' siguen siendo la principal preocupación. Irónicamente, es ahora el menor de los hermanos el que sufre la frustración de lesiones frecuentes, partidos irregulares y el acoso de la prensa. ¿Se acuerdan de cuando la prensa lo adoraba? No tardan en tirarle bajo el autobús. Tom continúa su evolución pero no deja solo a su hermano ni un momento.
Y así llega el debut de Tom con la 'Rosa', saliendo desde el banquillo. Llega el regreso de Ben a la Inglaterra de Lancaster. Llega la primera titularidad de Tom, contra Fiji. Y por fin el momento que Nick Youngs siempre quiso vivir. El momento con el que los dos hermanos soñaron en aquellos días de juegos en su granja. Y es aquí donde las palabras ya no alcanzan, donde basta una imagen, la de los dos hermanos llorando agarrados mientras escuchan el himno, para describir el tamaño de un sueño que se cumple, y donde todas las dificultades pasadas se quedan en un segundo plano mientras piensan... "mereció la pena".
Tom llora pero mantiene la compostura, es el hermano mayor. El pequeño Ben se refugia en su hombro, como tantas otras veces. En las gradas el anciano Gerry Youngs, de 86 años, también llora, agarrado a su hijo Nick. Contempla a sus nietos pisando la hierba de Twickenham 28 años después de haber visto a su hijo cantando el himno en ese mismo lugar. Es la emoción y el orgullo que sólo se vive en rugby.
La historia de los Youngs continúa. Habrá luces y sombras, buenos y malos momentos, pero la unión de los hermanos no se romperá jamás.