Hace unos años tuve la ocasión de trabajar en un proyecto para los Juegos Olímpicos de Londres 2012. El trabajo era simple. Por cada atleta hispano-americano que participase en los JJOO, construiría una historia personal, hilada a través de todos los recortes de prensa, entrevistas, artículos y biografías existentes sobre el deportista. Esas historias luego formarían parte del dossier que la organización entrega a los medios de comunicación durante el evento. |
Tras cientos, miles de historias entregadas, el verdadero tesoro llegaría tras los Juegos Olímpicos, cuando tuve que realizar la misma labor para las Paraolimpiadas. Allí cada historia que construía era un puzzle lleno de espinas donde el protagonisma luchaba contra adversidades, algunas de nacimiento, otras a raíz de un accidente, y otras levantadas como muros por la sociedad. Y en ese camino de minas, sudor y muchas, muchas lágrimas, de historias virulentas y en ocasiones sanguinolentas, siempre emergía victorioso el deportista. Si nos parece dificil el camino de un atleta discapacitado en España, imagínense los problemas que tiene que afrontar en zonas rurales de Sudamérica. O en países con conflictos armados. O en vidas en fuga.
En el caso de muchos de ellos, ante la imposibilidad de encontrar nada de información en periódicos, revistas, anuarios o las propias federaciones, recurríamos a enviarles una pequeña encuesta. Con preguntas sencillas, les otorgábamos una ventana al público, una manera de contar su historia. Leí durante esos años cientos de encuestas manuscritas. Un día, llegó a mis manos la de un atleta español, cuyo nombre mantendré oculto pero que está grabado a fuego en mi mente. La encuesta estaba medio vacía, y la mitad de las respuestas estaban sin responder. Sin embargo, una pregunta captaba inmediatamente la atención del lector, visible como un oasis en el desierto. En letras bien grandes, a la pregunta ¿Cual es tu filosofía deportiva? La respuesta era un contudente NO TE RINDAS NUNCA.
Por otros medios pude completar la historia de aquel para-atleta. Las dificultades de su carrera hasta Londres. Y por muy dificil o doloroso que le resultara escribir aquella encuesta, decidió dejar claro que NO SE IBA A RENDIR NUNCA. Aunque tengo los datos del deportista, nunca he intentado buscar su cara en internet. Prefiero que se mantenga sin forma ni rostro en mi mente, como la voz de una conciencia que me recuerda cuando más lo necesito una frase que no se olvida.
Desde aquellos años pienso que para los paraolímpicos llegar a Londres es verdaderamente el premio final. Que no hay competición posterior que les pueda resultar más recompensante, o nervios o tensión que superen a los del día a día, o a los posteriores a un accidente que lo cambió todo. Porque para muchos jamás practicar su deporte será más dificil que lo que han pasado para poder hacerlo. Que el día a día de llegar hasta sus lugares de entreno. De las rehabilitaciones imposibles. De conseguir fondos para competir. De los preparativos y los viajes interminables. Las noches en vela sin saber si el dinero llegará. De la falta de reconocimiento de la sociedad que les rodea "Si solo supieran del dolor"... Y entonces, tras años de lucha constante, ¿Cómo va a resultarles dura la competición?
Pienso, que para muchos, yo me incluyo, el rugby es como las Olimpiadas para esos atletas. Para muchos jugar el partido del fin de semana es el premio. El premio a todo lo que nos ha costado llegar ahí. El premio a una semana de dificultades, a una semana con problemas en el trabajo o en nuestras vidas personales. A un sacrificio por decirnos a nosotros mismos que sí, que puede que nuestro cuerpo no esté hecho para el rugby, pero el rugby sí está hecho para nuestro cuerpo. El rugby está hecho para el ser humano. Para despertar lo más bonito de nuestro sufrimiento, de nuestro sacrificio físico y mental. Y conseguimos imprimir en cada entreno, en cada carrera de aquí para allá, en cada lesión y en cada recuperación, en la camiseta del fin de semana un NO TE RINDAS NUNCA. Y allí esta ese juez implacable en mi cabeza, cada vez que quiero escaquearme de mis responsabilidades, alejarme dos pasos de mi sueño y de mis metas, elegir el camino fácil. Si él no lo hizo, con los obstáculos que tuvo que superar, ¿Como demonios voy a rendirme yo?
Persigo el rugby otra vez, tras un tortuoso camino que me ha llevado muy lejos de él, con la ilusión de un niño pequeño. Estoy otra vez detrás del cáliz, como Indiana Jones en la Última Cruzada, diciendome a mí mismo que todavía me queda otra moneda, y otras tres vidas para jugar una última partida. Es, como cuando te reencuentras con esa vieja máquina recreativa que te solías pasar con cinco duros y tres horas de domingo, y tras muchos años piensas "Habrá pasado mucho tiempo, pero aún me acuerdo de todo" mientras sonries y sacas una moneda de tu cartera.
Cada día que escribo en el grupo que tengo con Alvaro y Miguel un lacónico "Tenemos que volver". Cada día que vuelvo al gimnasio y vuelvo a verme otra vez en forma, o soprendentemente, más en forma que antes. Cada día que al volver vuelvo a tener que meter mi mano en hielo a la vuelta. Pero ya lo dijo una vez, un deportista con nombre pero sin rostro, alguien que nos representaba a todos nosotros: NO TE RINDAS NUNCA. Y no lo haré.