Recordamos a los neoyorkinos corriendo despavoridos huyendo del peligro. ¿Y del miedo, y del terror, cómo se huye? Supongo, que no se puede. Recordamos aquellos que decidieron regalar la más preciada de sus posesiones por proteger la de otros. Era el sacrificio último de bomberos y policías. Dicen que en las peores tragedias, surgen los mejores héroes.
Pasaron los días, y llegó el tiempo de la reflexión. De saber qué y quién faltaba. De recoger los escombros. Piedra y hierro sí, pero también piezas de sueños rotos, familias derrumbadas, precipicios infinitos. El mundo del rugby no se libró de la tragedia. De todos los rincones de América, y de muchos rincones del mundo, llegaban mensajes de condolencia a la sede del New York Athletic Rugby Club y el William & Mary Rugby Club. Ambos clubs perdían el 'alma', Clare Ludvigsen un hermano y jugadores del rugby de todo el mundo una cara conocida y una sonrisa que les recibía en New York y les mostraba el refugio ovalado que presidía en la gran ciudad. Para el segunda línea de 32 años Mark 'Lud' Ludvigsen... no habría un 12 de septiembre.
Lud nacía un 12 de mayo de 1969 en la ciudad canadiense de Rothesay, a orillas del valle Kennebacis. Con sólo siete años, Mark y su familia se trasladan al país vecino. Su contacto con el rugby llega, como para tantos de nosotros, con su entrada en la Universidad William & Mary de Virginia, en el año 1987. Mark llegaba a la Universidad con otro apodo, quizás no el más adecuado cuando uno se plantea jugar a nuestro deporte. A Mark se le conocía como 'Squid' por su delgadez y sus largos brazos. Pronto ese apodo dejaría paso al nombre con el que se le conocería para siempre en todos los escenarios de su vida: 'Lud'.
El camino de Mark para convertirse en Lud no fue fácil, pero si algo destacan compañeros, entrenadores y familiares de su carácter era esa determinación, esa fe ciega en que uno es el dueño de su propio destino, en que uno puede moldear su vida si está dispuesto a sacrificarse lo suficiente por lograr los objetivos que se ha impuesto. Así, los que vieron a Lud llegar a la Universidad, destacan que siempre empezó con desventaja. "En el campo" recuerda un antiguo compañero, "no parecía el tipo más atlético. La mayoría llegaban aquí habiendo jugado al fútbol o al baloncesto en el instituto, o con becas deportivas para la Universidad, y por lo tanto ya tenían experiencia muy valiosa para el rugby y la alta competición. Pero no Lud. Él empezó desde cero, desde abajo, bien abajo".
Enamorado de nuestro deporte, mordido por el mismo veneno que corre por nuestra sangre, Lud ya ha tomado la decisión de alcanzar lo más lejos que le permita su espíritu inquebrantable. Poco a poco, avanza. Poco a poco aquel delgado muchacho se convierte en un imponente delantero. "Siempre me impresionó su determinación, y su pasión por el contacto físico", dice Cary, su entrenador de la Universidad, "incluso en su primer año ya era muy difícil tirarle al suelo. Le encantaba mezclarse con los tres cuartos, que éstos le lanzaran contra la defensa rival. Creo que era un tres cuartos encerrado en el cuerpo de un delantero" bromea Cary. De suplente a titular, de un jugador más a pieza indispensable del William & Mary Rugby Club, y finalmente, a ser convocado para la selección estatal. Era un premio más que merecido para aquel muchacho, un premio a un trabajo sin pausa, a un rechazo absoluto al "no se puede".
En 1991 se gradúa en Economía y el destino le conduce a la 'Gran Manzana', donde se casará con Maureen Kelly. Reacio a olvidarse del rugby, aquel deporte que tanto le había enseñado, se unió pronto al New York Athletic Rugby Club y convenció a algunos de sus compañeros de 'Keefe, Bruyette & Woods' para que le diesen una oportunidad al deporte. Una vez más, Lud empezaba desde abajo, dispuesto a conquistar con cada paso una nueva meta. Y nuevamente lo consiguió, hasta convertirse en presidente del Club, transformando a su vez su juego. "Cuando lo veía en los torneos nacionales", recuerda una vez más su entrenador universitario, "pensaba, ¡vaya! ¡Qué transformación! ¡Ahora sí que se ha dado cuenta de que es un delantero puro!".
Pero la labor de Lud no se quedó ahí. Decidió representar al rugby norteamericano, ser excelente anfitrión y ayudar a todos los extranjeros que llegaban a la Gran Manzana con deseos de seguir jugando al rugby. Lud les ayudaba en todo lo posible, papeleo, periodos de adaptación, visados... con el infatigable trabajo de Lud, el Club crece de forma imparable.
Su vida se paró un 11 de septiembre de 2001. Lud acudía como todos los días a su oficina en la planta 89 de la segunda torre, justo por encima del lugar de impacto del segundo avión. Tras el primer impacto, Lud llama a su mujer, le dice que está bien, que no se preocupe. Minutos después deja un mensaje en el contestador de su madre: "Mamá no te preocupes, estoy bien, estoy en la otra torre. Te llamaré luego". No sabemos cuánto tiempo pasó desde ese mensaje hasta que el segundo avión impactó en la torre. Tampoco sabemos qué ocurrió exactamente, pero uno de sus compañeros de equipo está seguro de una cosa: "Si hay una persona a la que me imagino tratando de ayudar a los demás, sin perder la calma y el control ni por un segundo, sería a Lud". Otros coinciden. Así que decido aventurarme y escribir que su vida se paró un 11 de septiembre de 2001, mientras ayudaba a sus compañeros de oficina…
…Su legado comenzó, ese mismo 11 de septiembre. Miles de mensajes que llegan a la sede de sus dos Clubs. Son mensajes de condolencia, pero no son tristes. Son miles de historias, miles de anécdotas, miles de aventuras universitarias, miles de jugadas, placajes, percusiones, golpes, heridas y risas con una cerveza en la mano. Se le recuerda como la persona que siempre está ahí, en todas las fiestas, en todos los partidos, nunca acaparando los focos, pero cuya ausencia se nota al instante. Las historias llegan de Virginia, de Nueva York, Sidney, Londres, Irlanda, Gales… y todas tienen algo en común. Sus autores coinciden en el orgullo de haber conocido a Mark, de haberse podido llamar amigo suyo.
Al acto de despedida que se celebra en Nueva York acuden cientos de personas: clientes, compañeros, amigos, familiares, jugadores, etc. Algunos viajan desde San Francisco, en la otra punta del país. Otros, desde Sudáfrica o Escocia. Dos de sus compañeros en el New York Athletic Rugby Club son los encargados de contar todas esas anécdotas que dibujaban su carácter y su vitalidad. Se suceden las risas con las más embarazosas. No falta un video con los momentos claves de su vida dentro y fuera del campo. La imagen más dura de todas, la de unos pequeños Mark y Clare fotografiados en el tejado de las Torres Gemelas, en 1978. A título póstumo, se anuncia su ingreso en el New York Athletics Hall of Fame.
Son las palabras de su hermana las que elijo para cerrar este homenaje. Clare utiliza, para describir a su hermano una expresión inglesa que difícilmente se podría ajustar mejor a la persona de Mark Ludvigsen. Clare dice que su hermano era "Bigger than life" esa expresión que utilizan los ingleses para describir a alguien que excede su propio contexto, que se escapa a las etiquetas y que empapa todo y todos los que toca.
Muchas veces he oído esa misma expresión para describir el rugby. Yo no creo que haya palabras más bonitas para dedicarle. Mark 'Lud' Ludvigsen, siempre que se juegue al rugby en alguna parte del globo, tu recuerdo estará vivo.